No te contentes con alabar a las gentes de bien: imítalas.
- Isócrates
En un mundo saturado de palabras, elogios y discursos vacíos, la frase “No te contentes con alabar a las gentes de bien: imítalas”, atribuida a Isócrates, destaca por su fuerza transformadora. No se trata solo de rendir homenaje verbal a quienes consideramos virtuosos, sino de seguir activamente sus pasos. Esta poderosa enseñanza de la sabiduría antigua sigue resonando hoy con una vigencia sorprendente.
¿Qué significa realmente esta frase?
La frase invita a una reflexión profunda sobre la coherencia entre admiración y acción. Todos, en algún momento, hemos admirado a alguien por su integridad, sabiduría o generosidad. Ya sea una figura histórica, un ser querido o alguien anónimo que actúa con nobleza, es común que expresemos admiración con palabras. Pero Isócrates nos dice: no basta con alabar. La verdadera virtud no se limita a contemplar el bien, sino a aspirar a encarnarlo.
Este consejo encierra una ética activa: la admiración pasiva no transforma el mundo. Solo la acción, inspirada por los buenos ejemplos, tiene ese poder. Así, la frase se convierte en una llamada a la imitación consciente de los valores que celebramos. No imitar por envidia o superficialidad, sino por el profundo deseo de crecer en virtud.
De la admiración a la práctica
La frase también nos confronta con una contradicción frecuente: elogiar lo que no practicamos. Muchos admiran a quienes ayudan a otros, pero no mueven un dedo por sus semejantes. Otros exaltan la sabiduría, pero descuidan el aprendizaje. En cambio, Isócrates propone un camino más auténtico: haz tú lo que valoras en los demás.
La propuesta no es que todos se conviertan en héroes, sino que cada uno se esfuerce, en su medida, por actuar con bien. La imitación de las gentes de bien comienza con pequeños gestos: actuar con justicia, hablar con respeto, mostrar empatía o actuar con templanza. De esta manera, cada persona se convierte también en modelo para otros, y la cadena del bien se fortalece.
¿Quién fue Isócrates?
Isócrates (436 a.C. – 338 a.C.) fue uno de los más importantes oradores y educadores de la Antigua Grecia. A diferencia de Sócrates o Platón, Isócrates no dejó una escuela filosófica como tal, pero sí influyó profundamente en la educación moral y cívica de su tiempo. Fundó una escuela en Atenas donde enseñaba el arte de la retórica y la formación de ciudadanos íntegros, convencido de que la palabra debía ir acompañada de virtud.
En sus obras, defendía una educación que no solo formara mentes elocuentes, sino también almas nobles y responsables. Su visión del orador ideal no era la de un manipulador de palabras, sino la de alguien que, mediante el discurso, inspirara a la acción justa y útil para la sociedad. Esta frase es un reflejo perfecto de su pensamiento: el verdadero sabio no es quien habla bien del bien, sino quien lo vive.
Conclusión: vivir lo que admiramos
Al aplicar esta enseñanza de Isócrates a la vida cotidiana, surge un mensaje claro: los modelos están para seguirlos, no solo para admirarlos. En un tiempo donde la opinión a menudo vale más que la acción, esta frase es un recordatorio urgente de que la coherencia personal tiene un impacto silencioso pero profundo.
Si verdaderamente valoramos a las gentes de bien, nuestro mayor tributo será actuar como ellas, en cada palabra, decisión y gesto. Así, el mundo no solo estará lleno de buenas palabras, sino también de buenos actos.
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