El precio de los buenos momentos: una verdad que toca el alma


“Nadie nos advirtió, que extrañar es el costo que tienen los buenos momentos.”
— Mario Benedetti

Extrañar: la huella emocional de lo vivido

Con esta frase sencilla pero profundamente conmovedora, Mario Benedetti logra encapsular uno de los sentimientos humanos más universales y difíciles de expresar: la nostalgia. Cuando vivimos un buen momento, pocas veces pensamos que algún día solo quedará el recuerdo… y el vacío que deja su ausencia.

Esta reflexión nos enfrenta a una verdad emocional que no solemos anticipar: que el amor, la felicidad y la compañía traen consigo un precio inevitable, que es la ausencia futura. Y es precisamente ese precio —el extrañar— el que demuestra cuán valioso fue lo vivido.

Desglose emocional de la frase

“Nadie nos advirtió…”

La frase comienza con un reclamo suave, como un susurro cargado de sorpresa o ingenuidad. ¿Por qué nadie nos dijo que esto pasaría? ¿Por qué nadie nos enseñó que todo lo hermoso, cuando termina, se convierte en algo que duele?

Esa falta de advertencia puede verse como una forma en la que la vida nos protege. Tal vez, si supiéramos de antemano el costo de los buenos momentos, no los disfrutaríamos igual. Quizá los viviríamos con miedo, midiendo su duración. Por eso nadie nos advierte: porque la belleza del instante necesita libertad para ser vivida plenamente.

“…que extrañar es el costo…”

Aquí aparece el núcleo del mensaje: el dolor de la ausencia es la factura inevitable de los momentos felices. Extrañar no es una debilidad, sino una consecuencia natural. Es el reflejo de que algo o alguien tuvo valor en nuestra vida.

El verbo “extrañar” no solo implica tristeza, sino también cariño. Implica memoria, gratitud, deseo de reencuentro. Extrañamos porque hemos amado. Porque hubo algo que llenó nuestro corazón. Es un eco de lo que fue verdadero.

“…que tienen los buenos momentos.”

Finalmente, Benedetti conecta esta emoción con la raíz de todo: la felicidad vivida. Es una forma poética de decir que extrañar es una especie de tributo emocional. Una prueba de que lo vivido valió la pena.

Reflexión aplicada: ¿vale la pena extrañar?

Sí. Extrañar duele, pero es también un privilegio. Implica que hemos tenido experiencias valiosas, que hemos amado, reído, compartido, crecido. No todos pueden decir lo mismo.

Cuando pensamos en los buenos momentos que ya no están —un amor, una amistad, un viaje, una etapa— nos invade cierta melancolía. Pero al mismo tiempo, esa nostalgia se convierte en un refugio emocional, una forma de reencontrarnos con quienes fuimos.

Esta frase nos invita a aceptar que la nostalgia no es un castigo, sino parte del proceso natural de vivir con plenitud. Quien no extraña, probablemente no ha vivido intensamente.

Mario Benedetti: el poeta de lo cotidiano

Mario Benedetti (1920–2009) fue un escritor y poeta uruguayo cuya obra ha marcado profundamente la literatura en lengua española. Con un estilo sencillo y directo, logró poner palabras a sentimientos complejos, convirtiéndose en un referente emocional para generaciones de lectores.

Benedetti escribió sobre el amor, el exilio, la soledad, la esperanza, la vida política y el paso del tiempo. Sus frases, poemas y cuentos tocan temas profundamente humanos sin necesidad de ornamentos. En sus palabras, encontramos consuelo, comprensión y una mirada empática hacia lo que sentimos todos en algún momento.

Esta frase en particular es un ejemplo perfecto de su legado: una verdad emocional expresada con una ternura desarmante.

Conclusión: cuando lo vivido deja huella

“Nadie nos advirtió, que extrañar es el costo que tienen los buenos momentos.” es una frase que no solo consuela, sino que también honra la memoria emocional. Nos recuerda que extrañar es parte de la vida, y que detrás de cada ausencia hay una historia valiosa.

Para los lectores de Frases Emocionales para el Alma, esta cita de Mario Benedetti ofrece una pausa para sentir, para recordar, y para reconciliarnos con el pasado. Es una invitación a mirar atrás no con amargura, sino con gratitud. Porque si extrañamos, es porque fuimos felices. Y eso —al final— es lo que hace que la vida tenga sentido.

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